Conociendo a las abejas en el parque natural de Izki
En la villa de Apellániz, enclavada en la Montaña Alavesa, visitaremos el colmenar, ubicado en el mayor bosque de robles Quercus pyrenaica de Europa, junto con hayas, tilos, castaños, lavanda, tomillo y brezo.
En una experiencia mágica, novedosa, única e irrepetible, en la que realizaremos las tareas propias de un apicultor en su día a día. Veremos cómo las abejas elaboran miel, recolectan polen junto con cera y propóleos. Aprenderemos a cuidar y a respetar nuestro entorno y a sus moradores.
El punto singular de esta experiencia respecto a otras es el observar a un ser vivo, un insecto: la abeja, cuya estructuración de la colmena es un ejemplo perfecto de trabajo en equipo, de organización del espacio y de distribución de tareas, donde prima el bien común por encima de todo. El poder disfrutar de una colonia de abejas cuya simple alusión despierte en el ser humano y sobre todo en los niños una fascinación un tanto mágica y misteriosa. El poder ver en primera persona el interior de la colmena en la que hay tres castas: la reina, las obreras y los zánganos. Cada una de ellas con una función determinada: La reina, madre de todos los miembros de la colmena, pone unos mil huevos al día. Puede llegar a vivir cinco años alimentándose exclusivamente de jalea real. El poder coger algunos zánganos, destinados exclusivamente a la procreación y que en otoño cuando el alimento comienza a escasear son atravesados por los aguijones de las obreras. El sentir las obreras, las más numerosas de la colmena, pudiendo llegar a 90.000 en verano. Viven unos 45 días en periodo estival y unos seis meses en otoño invierno. Son las encargadas de cuidar y alimentar a la cría, construir panales, acarrear el polen, el agua y el néctar. También de limpiar y proteger la colmena. El participar por unos momentos en el plan de explotación de las colmenas consistente en un seguimiento individualizado de cada una de las colmenas a lo largo del año para atender de forma específica las necesidades que surjan. Se puede resumir en un primer periodo primaveral en el que se colocan las alzas a medida que lo van requiriendo. Durante el verano se controla la enjambrazón. Al finalizar el periodo estival se les retiran las alzas con miel. Con una revisión otoñal en la que se comprueban sus reservas se da por concluido el año apícola. Todo ello mostrado desde el profundo respeto a la naturaleza y al medio ambiente que debemos de transmitir a las nuevas generaciones.
El mundo de las abejas gira en torno al tiempo, a la climatología. Las abejas viven dependiendo del sol, de la lluvia de la temperatura, del viento y así mientras días soleados y templados son propicios para su visita, días fríos, ventosos y lluviosos son desaconsejables. Por lo tanto, las experiencias se organizarán dependiendo del tiempo que tengamos. Con lluvia y/o frío la visita al colmenar en el parque natural se puede realizar, pero, es imposible acceder al interior de la colmena pues en estas circunstancias las abejas se muestran muy agresivas y puede resultar doloroso el hacerlo.
Esta experiencia da opción al visitante a participar desde el primer momento. Nada más llegar a Apellániz y encontrarse inmerso en un lugar en el que sus edificios evocan otros tiempos la curiosidad del viajero se verá despertada. Así mismo, el entorno natural que rodea a este enclave con sus majestuosos hayedos y sus enigmáticos castañares provocará en el visitante la necesidad de preguntar por sus orígenes y singularidades. Por otro lado, la charla en la que se contextualiza la experiencia da lugar a no múltiples cuestiones sobre el mundo de las abejas sobre el que gira la esencia de dicha experiencia. El traslado al colmenar en el que cruzaremos el interior de uno de los parques naturales más bellos del País Vasco y cuyo transito está restringido al tráfico rodado será otro de los momentos claves de preguntas. La visita al colmenar, para la mayoría de los participantes será una experiencia novedosa, única, irrepetible y por qué no, en cierto modo, inquietante al verse rodeado de millones de abejas. La mirada al interior de una colmena en la que descubriremos los entresijos, las curiosidades y los misterios de la vida de la abeja probablemente ofrecerá los momentos más participativos de la experiencia y creará un recuerdo difícil de olvidar. El posterior regreso dará mucho de qué hablar intercambiando sensaciones y emociones. Entendemos por tanto que cualquier momento de la jornada debe de ser propicio para la participación del visitante pues no olvidemos que es este, el viajero, y su disfrute al fin y al cabo el eje fundamental sobre el que gira nuestro trabajo y nuestra participación en esta iniciativa. Es en consecuencia su participación fundamental pues de ella dependerá que esta experiencia sea positiva, gratificante y duradera.
Entendemos que la esencia de esta experiencia es el mundo de las sensaciones, ver, oler, oír, degustar y gracias a ellas el viajero fijará los conceptos que desde el primer momento los guías tratarán de transmitir a lo largo de toda la mañana.
En principio esta experiencia está enfocada a que el viajero observe el mundo natural, el mundo de las abejas. Esto conlleva que los parajes en los que nos encontraremos carecerán de presencia humana que es por otro lado uno de los atractivos de la visita. Al ser el núcleo de Apellániz pequeño la presencia de vecinos es escasa. Los guías de la experiencia como oriundos de la comarca serán en principio los representantes de esta población local. A la hora de la comida sí que será momento en el que los visitantes podrán interactuar con los lugareños. Aunque como ya hemos comentado el viajero que busque este tipo de experiencia verá en esta relativa soledad del lugar un aliciente.