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La montaña donde se siembra agua

Aguas ancestrales, ingenio medieval y vida eterna

Este sistema medieval, con balsas, fuentes y molinos, aún perdura en la región

Hace más de mil años los pobladores de estas montañas confeccionaron un ingenioso sistema para aprovechar el deshielo de la nieve y conseguir retener el agua en las laderas, que de otra manera pronto se perdería en el mar, dando lugar a una fascinante red de acequias. 

El agua era y es aún hoy captada en la alta montaña y derivada por canales magistralmente excavados en tierra, sin más soporte que algunas lajas de roca en las zonas más pendientes. Ya en el siglo X las acequias llevaban el agua a lugares permeables o ?colaeros? donde el agua se distribuía libremente generando pastos y penetraba en la tierra rellenando los acuíferos. Éstas son las acequias de ?careo?. Meses más tarde, coincidiendo con el estío y la mayor demanda de agua, ésta reaparecía en manantiales junto a los cuales se construían los asentamientos y las terrazas de cultivo.

Hoy podemos pasear junto a estas increíbles obras de ingeniería medieval, como la acequia del Almiar, en Cáñar, la de los Hechos, en Nigüelas o las acequias Alta y Baja de Pitres que toman sus aguas desde el mismo Mulhacén, la de Almejígar, Cástaras, Fondón en Almería y un largo etcétera. Es imposible nombrarlas todas porque cada pueblo de la sierra tiene una o más acequias.

El sistema hidráulico se complementa, además, con toda clase de interesantes elementos etnográficos como las balsas de regulación, los partidores, las fuentes, los molinos, los lavaderos y con el saber de una profesión única, la del acequiero.

La montaña de arquitectura singular

Los habitantes de Sierra Nevada trajeron, desde sus lugares de origen, una forma de construir adaptada a la montaña que es la máxima representación del legado hispanomusulmán en zonas de montaña de Andalucía.

Se trata de pueblos de trazado caótico y orgánico, de estrechas calles y pasadizos que comunican casas a distinta altura. Pueblos que vistos de lejos desafían la gravedad afianzados a las laderas. Casas simples, de tejado plano, construidas con los dos elementos naturales al alcance de la mano: la piedra y la madera.  La propia extensión de la cordillera y el aislamiento de los pueblos durante siglos han hecho que este legado se presente con un alto grado de integridad y autenticidad.  Los pueblos más conocidos con esta arquitectura son los de los valles de la Alpujarra granadina y almeriense, aunque este modo de construir puede encontrarse en todas las comarcas.

Pueblo entre montañas nevadas y árboles

Por su parte, en la cara norte, donde los taludes de conglomerados y arcillas permiten ser excavados, se desarrolló otro tipo de arquitectura: las casas cueva. Las cuevas han tenido una gran utilidad a lo largo de la historia, como almacenes, bodegas y corrales. Pero la gran singularidad de las comarcas del Valle del Zalabí y Marquesado del Zenete, es que el trogloditismo cobra protagonismo como casa, lugar de residencia de las familias. Solo las chimeneas sobresalen de la colina que cubre la casa, y una humilde fachada blanca invita a penetrar en el interior de la tierra.

 

La sensación de alojarte en una cueva es muy especial, vivirás el silencio y el confort de la madre tierra que te acoge y descubrirás que la arquitectura bioclimática ya lleva haciéndose aquí desde hace siglos.

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