El Delta del Ebro ofrece un marco incomparable, único y singular. Su paisaje, de una extraordinaria riqueza biológica, alberga una diversidad faunística y florística de un valor incalculable. Con una extensión de 320 km² y un Parque Natural de 7.736 hectáreas, este hábitat acuático es vital entre los humedales del Mediterráneo.
La singularidad del Delta del Ebro se manifiesta no solo en su realidad física, geográfica y natural, sino también en sus tradiciones, cultura, patrimonio arquitectónico e historia. El paisaje del Delta tiene una fuerte personalidad: sus tierras completamente planas le confieren un aspecto distintivo. Los extensos arrozales, cuya apariencia varía con las estaciones, dominan la fisonomía del Delta. Además, se encuentran grandes lagunas rodeadas de carrizales y juncos, amplias áreas de suelos salobres y largas playas desiertas con formaciones dunares significativas.
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